LECTURA

  • No leáis cualquier clase de libros, escoged los convenientes a vuestra edad, dejad los que pueden ser peligrosos para vuestra salud moral. (XII, 149).
  • No leáis libros de cuya moralidad no estéis seguros, sin antes consultar a quien os pueda dar un justo criterio. (XII, 149).
  • Si estima vuestra fe, si apreciáis la salud del alma, no leáis ningún libro, si antes no fuera aprobado por el confesor o por otra persona conocida y de acrisolada piedad, observad esto bien. (VII, 292).
  • El veneno es menos dañino para la juventud que los libros malos. En nuestros días, son más peligrosos aún porque abundan los disfrazados de religiosidad. (VII, 292).
  • Huid de las lecturas malsanas como de la peste. (III, 176).
  • ¡Si supierais qué semilla tan funesta dejan las malas lecturas en el corazón de la juventud!. (V, 373).
  • Para conservar la pureza, guardáos de toda clase de lecturas malas; también de las indiferentes, pues pueden ser de peligro para vuestra alma. (VI, 8).
  • Para leer es preciso tener las siguientes normas: primero, no se lean otros libros hasta que no hayan cumplido los
    • deberes de escuela; segundo, no se lea nada antes de haber consultado al propio maestro o a otras personas capaces, para no perder tiempo en leer libros inútiles o reprobables. (VII, 828).
    • Jamás leáis un libro, de cuya bondad no estéis seguros, sin solicitar opinión de quien pueda dar un criterio adecuado. (XII, 149).
    • La primera impresión que recibe la mente vírgen y tierna de la juventud, dura toda la vida; por eso, los libros inconvenientes son la causa principal de su ruina. (XVII, 197).
    • Para lograr que nuestras publicaciones sirvan de antídoto contra los malos libros, os ruego y suplico, que améis vosotros mismos las publicaciones de vuestros hermanos, alejándoos de todo sentimiento de envidia y desprecio. (Circular, Nov. de 1884)