PREDICACIÓN

  • Mi único afán al predicar y escribir fue siempre el hacerme entender de todos, ya sea en la exposición, como en el uso de las frases más sencillas y conocidas. (IV, 649).
  • Algunos estudiantes me preguntan las normas para llegar a ser buenos oradores sagrados. He aquí mi respuesta: conversar mucho con el Señor, estudio y meditación, frecuentar buenas y doctas compañías. (V, 926).
  • Cuando uno sube al púlpito para predicar, sea siempre con el fin de inducir a una buena confesión. (VI, 903).
  • El verdadero orador sagrado no imite la elocuencia según la sabiduría del mundo, sino hable según el espíritu de Dios. (IX, 24).
  • La juventud tiene necesidad y desea escuchar la Palabra de Dios, pero la predicación hágase con esmero para que no resulte ni pesada ni aburrida. ( II, 389).
  • La prédica más eficaz es el buen ejemplo. (IV, 753).
  • Para hacer bien al pueblo no se requieren cosas sublimes o extraordinarias, sino que el pueblo sepa entender, pueda captar lo que el predicador dice. Si lo comprende se contenta, si no entiende, se aburre. (II, 229).
  • Si quieres agradar y hacer el bien predicando a los niños, es necesario aportar ejemplos, parábolas, comparaciones; lo importante es que las narraciones vayan bien expuestas y bien detalladas; saber descender a las más pequeñas circunstancias. (II, 340).
  • En vuestras predicaciones procurad hablar sobre la muerte. Hablad y recordad a todos que no somos dueños de nuestra vida. Dios es el único Señor. (XVII, 178).